
Tu desayuno debería parecerse a tu día. Cambia con la estación, la edad y tu nivel de actividad. Comer bien no es complicado. Solo necesita atención. Foto: Unsplash
NUTRICIÓN
¿Desayunar siempre lo mismo? Solo si tu vida tampoco cambia nunca
Tostadas, café y prisa. Si eso sigue siendo tu desayuno, la ciencia lo confirma: así no vas a llegar muy lejos hoy...
Por Marta
02 DE JULIO DE 2025 / 14:02
El despertador suena, abres los ojos, caminas en piloto automático hasta la cocina… y repites lo de siempre: café, tostada, cereales. Podrías hacerlo con los ojos cerrados. De hecho, lo haces. Pero tu cuerpo, que no es tan robótico como tú, hace tiempo que no quiere desayunar siempre lo mismo. Pide otra cosa.
Desayuno: ese hábito que no ha evolucionado desde EGB
Hay gente que todavía desayuna lo mismo que cuando iba al colegio. Pan, margarina, galletas tipo María. Y si algún cambio ha habido, ha sido estético: del cacao soluble al café de cápsulas (o, si te sientes creativo, un proffee). «No todo el mundo debería desayunar lo mismo, ni siquiera dentro de la misma familia», explica Vanesa León, Dietista-Nutricionista de Biográn. “¿De verdad un niño y un adulto necesitan lo mismo por la mañana? La respuesta es no”.
Y la ciencia le da la razón. Según una revisión de la National Library of Medicine, desayunar de forma habitual se asocia con un menor riesgo de sobrepeso en adolescentes y una mejor gestión del hambre durante las horas siguientes. Además, desayunar algo decente —no una nube de azúcar con cafeína— mejora la memoria, la atención y la velocidad de reacción. Especialmente entre los 10 y los 14 años, cuando el cerebro está a pleno rendimiento (y el cuerpo, también).


Un desayuno, varios guiones posibles
«No deberíamos desayunar igual un día de actividad intelectual que uno de mayor exigencia física», plantea León. «Si hoy me espera una jornada muy mental, el Omega 3 será clave: frutos secos, semillas de lino o chía, incluso un poco de pescado azul si se puede. Si el día va a ser más físico, necesitaré más energía, más proteína y grasas buenas como las del aguacate o las semillas de cáñamo».
Tiene sentido. Un estudio de Nature demostró que quienes desayunan más azúcar y grasa tienden a comer peor el resto del día. Mientras que quienes empiezan con fibra, proteínas y grasas saludables (hola otra vez, aguacate) mejoran también la calidad de la cena.
Y en personas mayores, la fórmula rica en proteínas y grasas saludables se relaciona con un menor deterioro cognitivo. Por algo será.
Cerebro y desayuno: no es solo café
Aquí entra otro clásico: el café como prótesis matutina. «El café estimula rápido, pero también provoca una caída brusca», advierte León. «Con el té no ocurre eso. Es más suave, más sostenido. Si necesitas rendimiento cognitivo sostenido, puede ser mejor opción».
Y si buscas un empujón real para la cabeza, atención a las nueces. La Universidad de Reading demostró que un desayuno con 50 g de nueces mejora la memoria y los tiempos de reacción hasta seis horas después. Sin picos de azúcar.
Y si además te mueves —30 minutos de actividad aeróbica ligera tras desayunar— tu cerebro lo celebra. Literalmente: rinde más, especialmente en tareas como cálculo o toma de decisiones.
Desayuno bio: no por moda, por salud (y por lógica)
«¿Qué significa que algo sea ecológico?», preguntó Vanesa León en una sesión divulgativa. «Que no lleva pesticidas, herbicidas, ni aditivos artificiales. Tampoco organismos modificados genéticamente. Y que la tierra ha descansado lo suficiente como para ofrecer más antioxidantes y micronutrientes».
Según la experta ya hay estudios que confirman que los alimentos ecológicos contienen más antioxidantes y más concentración de ciertos micronutrientes. No hay milagros, pero sí una diferencia acumulativa.
Orden y sentido: dos ingredientes subestimados
¿Un zumo de naranja para empezar el día? «Error común», dice la nutricionista. «Empezar el desayuno con el alimento más azucarado provoca una subida brusca de glucosa… y un bajón posterior. Lo ideal: empezar con proteína y fibra, y dejar los azúcares —fruta incluida— para después».
Esto no es obsesión, es fisiología. Y el cuerpo lo nota: menos picos de insulina, más saciedad, mejor gestión del hambre a lo largo del día.
En resumen: cambia el desayuno antes de que te cambie a ti
Si unos días trabajas con la cabeza y otros con las piernas, si en verano no comes lo mismo que en invierno, ¿por qué desayunas igual todos los días?
«Nos encanta comer –dice León–, pero luego lo hacemos deprisa, sin pensar. Si comes frente al ordenador en diez minutos, tu aparato digestivo tendrá que hacer el trabajo por ti. Y eso se nota: hinchazón, gases, digestiones pesadas…».
La ciencia y el sentido común coinciden: desayunar con cabeza mejora el peso, el humor, la energía, la memoria, el metabolismo y hasta la cena. Lo demás es rutina. Y la rutina, como el pan de molde, se endurece con el tiempo.
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